Huir para salvar la vida: la historia de una joven agredida por el ESMAD en el Paro Nacional

Sara Valentina Cárdenas tuvo que huir en julio de 2021, junto a su mamá y su hermana, para proteger su vida tras amenazas de la Fuerza Pública por denunciar las agresiones de las que fue víctima en el Paro Nacional. Esta es la historia de una joven de una familia promedio, con un futuro prometedor y que fue obligada a salir del país para salvar su vida. 

Por: Dagoberto Garzón Quevedo

Resulta un tanto irónico que haya sido el 20 de julio de 2021 cuando Sara Valentina Cárdenas empezó a entender a profundidad el significado de la independencia, la victoria sobre el miedo y la libertad, al pisar suelo extranjero. Como víctima de la agresión por parte de miembros de la fuerza pública y luego de intimidaciones y hostigamientos, librarse de esto en un nuevo lugar constituía un elemento indispensable para comenzar su recuperación física y mental. Llegar a Noruega fue para Sara y su familia, un reinicio, la oportunidad de reconciliarse con la vida y con su propia identidad. 

El caso de Sara no es único ni excepcional en el país. La ONG Temblores reveló que 5.808 civiles fueron víctimas de violencia por parte de miembros de la Policía, en el reporte sobre estos hechos entregados a la CIDH en 2021.  Son agresiones que Temblores clasificó en tres grandes tipos de violencia: homicida, física y sexual. Del total de estos casos, 5.048 ocurrieron en el marco del paro nacional. 

Según el informe Tiros a la vista de Amnistía Internacional, la plataforma GRITA de la ONG Temblores registró 103 víctimas de lesiones oculares entre el 28 de abril y el 20 de julio de 2021, durante el desarrollo de las protestas, “es decir, cada 0.81 días hubo una lesión de este tipo en el contexto del paro nacional”.

El reporte de Temblores informó que un 7.61 % de las víctimas de heridas y lesiones oculares son mujeres. Sara Valentina es una de ellas y su historia ejemplifica parte del drama vivido por los más de cien afectados con lesiones oculares que dejó la violencia policial durante las protestas.

 

Todo inició un 5 de mayo

El 5 de mayo de 2021 Sara Valentina se levantó casi a las diez de la mañana, como solía hacerlo desde que la pandemia del Covid 19 obligó a los colegios a la virtualidad. No se imaginaba que ese día su vida daría un vuelco, que ya no volvería a ser la misma. Desayunó poco y tarde, le dio los últimos retoques a las tareas que la habían trasnochado el día anterior y, como siempre, las cargó puntualmente en la plataforma dispuesta para tal fin. Hacia las tres de la tarde salió con su mamá y su hermana menor a almorzar invitadas por un amigo de la familia. 

Las salidas, tan escasas en el último año, eran muy apreciadas ahora que la vida iba volviendo a la normalidad. El lugar favorito para almorzar los fines de semana era ‘La Chingada’, un sitio de comidas rápidas ubicado en la localidad de Suba, en Bogotá. Ese miércoles 5 de mayo de 2021, Sara Valentina estaba feliz de visitar ‘La Chingada’ entre semana y comer una mazorcada en compañía de su familia. Fue un almuerzo agradable, con charlas distendidas, fotos para las redes sociales y una malteada de chocolate de sobremesa para ella. 

De regreso en casa, Sara Valentina se dedicó a hacer fotos y videos de TikTok aprovechando las últimas horas de luz. En la noche quiso una nueva malteada, lo que implicaba ir a dar un paseo al centro comercial Plaza Imperial, a pocas cuadras de la casa. Su mamá la quiso complacer, salir a caminar por los pasillos del centro comercial mientras se tomaban fotos, era un plan habitual para la familia. Su hermanita estaba de acuerdo con el postre, pero prefirió quedarse en casa esperando que le trajeran un helado que le encantaba, un McFlurry que nunca llegó. 

“El centro comercial estaba cerrado y nos íbamos a devolver para la casa […] nos quedamos observando las manifestaciones pacíficas […] entre la Av. Ciudad de Cali y la Av. Suba – vía pública – e hicimos grabaciones de cómo todo estaba pacífico”, relató la madre de Sara, Sandra Milena Pérez, en el formato de Entrevista – FPJ – 14 de la Fiscalía 400. 

Allí detalló cómo de un momento a otro y sin previo aviso escuchó detonaciones y cómo las personas asustadas empezaron a correr. Las manifestaciones contra el gobierno colombiano comenzaron en 2019 y las recurrentes maniobras del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) para disolverlas tomaban un talante cada vez más intenso. Sandra y su hija buscaron refugio en un callejón cercano, suponían que los agentes del ESMAD seguirían caminando derecho tras los manifestantes. No fue así, no del todo.

Tres agentes del ESMAD se quedaron frente a ellas y las intimidaron, insultándolas: “Malditas perras, eche para la casa, no busquen lo que no se ha perdido acá”, contó Sandra Milena. Estaban paralizadas, correr a otro lugar no era una alternativa segura y allí eran objeto de los repetidos ultrajes verbales y las amenazas de miembros de la fuerza pública. Sara Valentina, presa del miedo, empezó a llorar, «cállela, puta», ordenó un agente del ESMAD a la aterrorizada madre. Sandra Milena, lloró en silencio y siguió con la vista a otro miembro del ESMAD, lo vió alejarse unos metros y luego apuntarles con “un arma negra, larga, con una boquilla ancha”. El hombre disparó directamente hacia madre e hija. “En ese momento yo sentí que me quemaba todo el cuerpo, fue un solo disparo”, recordó Sandra Milena, quien cayó desmayada por un tiempo que, aún hoy, no puede determinar.

 

Secuelas de la agresión

Al recuperar la conciencia se enteró de que a su hija la llevaron, desmayada también, al centro comercial El Paso Plaza. Sara Valentina recibió en su ojo izquierdo el impacto de un proyectil de goma, aparentemente. Así lo relató Sandra Milena a los investigadores de Amnistía Internacional en la publicación ‘Tiros a la vista’: “Creo que eran de goma, […] desafortunadamente, mi hija estaba detrás de mí y ella recibió un impacto en su ojito izquierdo, a ella si le [sic] abrieron todo el párpado y empezó a escurrir sangre”. Lo que era una salida habitual al centro comercial, se convirtió en el inicio de una pesadilla para Sara Valentina y su familia.

El informe de la historia clínica de Sara Valentina da cuenta de una evolución negativa en el estado de su salud visual; son más de 200 páginas de un desalentador resumen del intento por rescatar su ojo izquierdo. El proyectil que impactó a Sara Valentina deformó gravemente su globo ocular izquierdo, haciendo que este perdiera funcionalidad. Los médicos recurrieron a una reconstrucción con el fin único de preservar la estética. La visión del ojo izquierdo de Sara Valentina se perdió por completo.

 

Intimidación, ¿la respuesta segura a las denuncias?

Pese al delicado estado de salud de su hija, Sandra Milena no tardó en instaurar las respectivas denuncias virtuales en los portales web de la Personería, la Defensoría del Pueblo, la Procuraduría, la Policía y la Contraloría. Para sorpresa suya, esto le traería más dificultades y angustias. Una serie de hostigamientos y amenazas se sucedían una tras otra, todo con el fin de que guardara silencio. “Me llamaron y me dijeron ‘Calladita se ve mejor’, que yo no abriera la boca, que no denunciara, que hiciera una conciliación generosa. […] Recibo una llamada, teléfono privado, me dijeron ‘Maldita perra, le vamos a mandar a matar a su perra chiquita, soplona, sapa’ […] He sido perseguida, amenazada, intimidada, hostigada, amedrantada por parte de la Policía”, puntualizó Sandra Milena en su relato a la Fiscalía.

En medio de los procedimientos policíacos para aprobar medidas de seguridad especial, recibieron varios documentos para firmar, entre ellos uno con el que pretendían cambiar su denuncia inicial para que, en su lugar, se declararan víctimas de violencia intrafamiliar. El miedo llegó a límites inaceptables cuando notaron seguimientos de carros en sus desplazamientos y luces de láser apuntando a las ventanas de su apartamento. Sandra decidió salir del país junto con sus hijas, el riesgo para sus vidas era ya insostenible.

La madre de Sara Valentina investigó por su cuenta en internet, vio videos con asiduidad y se informó con horas de lectura; con temor y ansiedad decidieron como familia partir a Noruega en busca de refugio. Fue necesario vender todas sus pertenencias en el menor tiempo posible y dejar su ciudad natal y su país con la opresión en el pecho que resulta de un salto al vacío. Unas semanas después con la historia clínica de Sara Valentina traducida al noruego y organizada en una carpeta, unas maletas tan improvisadas como el viaje y una esperanza que trataba de vencer al miedo, las tres mujeres de la familia llegaron al Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá.

El trámite para salir del país resultó ser el nuevo motivo de desconfianza de Sandra y sus hijas. Pese a llevar los documentos en orden, permisos debidamente diligenciados, tiquetes comprados y una justificación médica para viajar a Noruega, agentes de la Policía las retuvieron por un tiempo que Sandra no puede establecer con claridad, pero que se le hizo eterno. Revisaban y volvían a preguntar por el permiso de salida de su hija menor de edad, por el motivo del viaje, por la fecha de regreso. Advirtieron que no podrían ir a Oslo, que los extranjeros no tenían permiso para entrar a Noruega por causa de la pandemia. El proceso se dilataba de tal forma que perder el vuelo se convirtió en un riesgo inminente. 

Finalmente, Sandra pudo articular un par de palabras en privado para pedir ayuda a funcionarios de la aerolínea. La posición tajante de la aerolínea venció la resistencia de los agentes. Todo estaba en orden con la familia, solo faltaban ellas para abordar y, al no tener ningún impedimento, pudieron hacerlo. El peso que se descargó de las mentes de Sara Valentina y Sandra en cuanto el avión dejó la pista solo lo conocen ellas, solo lo puede entender alguien que haya huido por salvar su vida y la de su familia. Fueron días de un viaje intenso que empezó el 18 de julio de 2021 en Bogotá, pasando por un episodio tenso en Turquía y que finalmente las condujo a suelo noruego el 20 de julio.

 

Noruega, un lejano refugio

El miedo seguía a flor de piel cuando desembarcaron en Oslo. Sara Valentina recuerda que al llegar afloraron todas las emociones que habían estado reprimiendo durante tanto tiempo. Lloraba desconsolada y se asustó cuando una pareja de policías se acercaron a tranquilizarla. Los últimos meses la habían predispuesto negativamente, pero esa muestra de afecto desinteresado de una mujer y un hombre policías marcó el ritmo de sorpresas agradables que Noruega traía para ella. 

Los primeros días fueron complejos, pero poco a poco su vida se ha ido reorganizando. En su nuevo hogar la familia ha tenido un acompañamiento psicológico constante. Lina, la hermana menor de Sara Valentina, ha recibido especial atención y mucho de su tiempo está copado con actividades extracurriculares. El aprendizaje del idioma es una barrera que van superando de a poco gracias a las clases de noruego que reciben y a la socialización con la comunidad que las recibió. Aunque se emocionan recordando las auroras boreales que han disfrutado entre diciembre y febrero, el frío frecuente les hace añorar su tierra.

Sara Valentina extraña la comida de Colombia y recuerda con nostalgia a Cloe (su perro) y Greicy (su gata), a los que tuvo que dejar en manos de sus familiares en Bogotá. Ella, su mamá y su hermana ya obtuvieron su estatus de refugiadas y saben que están a salvo, pero la preocupación no cesa todavía. Nuevas amenazas arremeten ahora contra sus familiares en Colombia. Hostigamientos e intimidaciones similares a los que ellas fueron sometidas se trasladaron a las vidas y los hogares de algunos de sus parientes cercanos. Algunos ya contemplan la posibilidad de salir del país, al igual que ellas. Se repite la historia de personas con vidas tranquilas que se trastornan sin motivo ni justificación. 

Vidas como la de Sandra y sus hijas que, con entereza, cruzaron el mundo buscando refugio en un país distante y con una cultura desconocida, un lugar para empezar otra vez. Un nuevo hogar para intentar volver a sonreír. Sonreír, sí, aunque las noticias no siempre sean las mejores.

Los especialistas noruegos le comunicaron recientemente a Sara Valentina que será preciso retirar su globo ocular izquierdo. La carencia total de funcionalidad de su ojo implica el inminente riesgo de atrofia, pérdida de estética, sobreinfección y otros peligros para su salud, por lo cual es necesario reemplazar su ojo por una prótesis. Su ojo izquierdo será para Sara Valentina un recordatorio permanente de la arbitrariedad de la que fue víctima – y que es una posibilidad para cualquier colombiano, aún para quien no esté participando de una protesta, como ella – pero también de su fortaleza, de su valor y de su irrenunciable determinación de volver a ser feliz. 

Actualizado el: Mié, 07/20/2022 - 09:56