La mirada juvenil de la nueva guerra en las montañas del Valle

Por: Marcela Ríos

San Antonio es un pueblo con nombre de santo, en Sevilla, al norte del Valle del Cauca, que es narrado por sus pobladores jóvenes, pero no precisamente por sus valores canónicos. En el podcast al final de este texto hablan tres de sus protagonistas, quienes, además de la pandemia, han tenido que soportar la guerra por el territorio. Aparentemente, esta zona sería un campo de batalla del grupo residual de la columna móvil Adán Izquierdo de las antiguas FARC, que buscaría extender su poder e influencia en la zona montañosa del Cauca y del Valle. Refiriéndose a la autodenominada ‘compañía Adan Izquierdo’, la Defensoría del Pueblo alertó en agosto de 2021 que “dicha facción se presume representa un desdoblamiento estratégico del accionar de la Columna Móvil Dagoberto Ramos desde el norte del departamento del Cauca, con el fin de hacerse al dominio de territorios que anteriormente fueron controlados por el Frente Sexto y 50 de las antiguas FARC-EP”.

 

 

Esta historia de violencia no es nueva, hace parte del legado que dejó la oleada de narcotráfico, paramilitarismo y presencia de grupos insurgentes del siglo pasado. 
En la década de los noventa, el conflicto se degradó radicalmente por la entrada del narcotráfico en todas las esferas de la sociedad. El norte del Valle era conocido por el cartel de narcotráfico que llevaba el mismo nombre. En el nuevo milenio, con la llegada del Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), en varias subregiones del Valle se dio una alianza entre agentes del Estado (de las Fuerzas Armadas o de Inteligencia), capos de este tipo de carteles y paramilitares, que en ese entonces tenía como objetivo eliminar un enemigo en común: los grupos armados que se auto-denominaban revolucionarios.


Las consecuencias de la más reciente reconfiguración del conflicto armado en esta zona del país son de conocimiento del Gobierno. A finales del mes de septiembre, el Ministerio de Defensa convocó a un Consejo de Seguridad que tuvo lugar en la ciudad de Cali, para hablar de las preocupaciones en esta materia en el departamento. Ahí manifestó en una audiencia pública que los grupos armados que operan, refiriéndose a las antiguas columnas móviles Adán Izquierdo y Dagoberto Ramos, tienen prácticas extorsivas e hizo un llamado a comerciantes y empresarios diciendo: “hay que denunciar, no pagar”. Sin embargo, estas cuestiones irían más allá de las llamadas ‘vacunas’.  Este año, desde que empezó el estallido social en el país, con el paro nacional, los habitantes de la zona rural de San Antonio, zona alta de Sevilla, han recibido constantes amenazas e intimidaciones a través de panfletos (físicos y también virtuales por redes sociales), en los que supuestamente la ‘compañía Adán Izquierdo’ dictamina leyes y sentencias para mantener el orden y el control de sus habitantes, lo que sin duda ha hecho que se cambien las dinámicas cotidianas.

Panfleto enviado en agosto por la ‘Compañía Adan Izquierdo’ 

 

Los jóvenes en San Antonio son conscientes de las dinámicas de conflicto armado que incluyen a los antiguos guerrilleros y a los miembros de la Fuerza Pública. Sus narraciones desdibujan la tranquilidad de un pueblo que desde la firma del Acuerdo de paz no evidenciaba mayores enfrentamientos armados, detonaciones de artefactos explosivos y la intimidación a la población con amenazas contra la vida. Las historias de vida de quienes cuentan estas historias coinciden en varias cosas: llegaron a San Antonio desplazados por la violencia hace diez años por motivos del conflicto armado, que aún recuerdan; además de que todos están a punto de graduarse del colegio y no quieren quedarse en San Antonio, porque no ven futuro en el pueblo. Hoy estos jóvenes atestiguan la reconfiguración del conflicto armado en el país, limitando su resistencia y tranquilidad; son adolescentes que han tenido que sortear sus sueños en medio de la violencia.

 


 
La violencia no sería el único tema que afecta a estos jóvenes rurales, el problema de fondo son las pocas oportunidades de educación superior y trabajo en el campo, dejándoles únicamente la opción de trabajar en la industria cañera o maderera en este departamento. En el caso de los jóvenes de San Antonio con los que conversamos, su opción es pertenecer a las Fuerzas Armadas. “Eso es lo que hay que exigirle al Estado, que ayude a esos jóvenes, que tengan oportunidades. Eso es lo que están pidiendo todos los jóvenes del país, una verdad y justicia y esa justicia es el estudio para los jóvenes, cuando salgan de bachiller que les puedan dar una universidad”, dice Lucia, una mujer campesina de San Antonio que hoy vive en el casco urbano de Sevilla por temor a la violencia en el área rural.

 

 

 

Actualizado el: Lun, 11/08/2021 - 19:45