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    Brisas del Polaco: entre honores y prejuicios

    Tres comunidades, alejadas entre sí, son afectadas por la estigmatización. Los Acuerdos para la Convivencia y Buen Vivir apoyan los consensos y acciones ciudadanas para solucionar conflictos en los territorios. Sus historias y resoluciones están presentes en este especial.

    En este punto, sobre el Catatumbo, el río que atraviesa el Norte de Santander, se han encontrado al menos nueve víctimas, pobladores de Ocaña, que fueron arrojadas a la corriente. Otras 33 están todavía desaparecidas, según el Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH. A finales de los años 90 y comienzos del siglo, en el departamento fueron cometidas varias masacres que obligaron el desplazamiento forzado de centenares de familias y ocasionaron la desaparición de casi mil personas.

    “A mí me asesinaron a mi esposo, y tuve que desplazarme de otro municipio para acá, para Ocaña”, cuenta Mariela Pérez, representante del grupo Guardianes de la Memoria. El ‘Testigo en silencio’ rinde tributo a la memoria de las víctimas en la región.

    El Testigo en silencio es una estatua de un pez bocachico que conmemora a las víctimas de la región.

    Los habitantes de Brisas del Polaco, Ocaña, Norte de Santander, tienen una historia compartida. Sus pobladores trabajan juntos para derribar los estigmas y construir las bases que les permita superar las necesidades colectivas. Estar de acuerdo no ha sido fácil, pero se esmeran por ello.

    Todos los caminos conducen a Ocaña

    Al tiempo en que la antigua guerrilla de las FARC y el ELN controlaban —y disputaban— los cultivos de uso ilícito en el Catatumbo, Carlos y Vicente Castaño preparaban una arremetida para controlar el negocio y copar el territorio. 200 hombres provenientes de Ituango, Córdoba y Urabá fueron entrenados por más de tres meses en la región de los Montes de María. Era el origen del Bloque Catatumbo.

    29 mayo de 1999. Después de 700 kilómetros recorridos, los 200 paramilitares estaban listos para descender de camiones de ganado en La Gabarra, un corregimiento perteneciente al municipio de Tibú. Montaron un retén, retuvieron vehículos y, con lista en mano, asesinaron al menos cinco personas. Esta sería la primera de varias masacres cometidas por el Bloque Catatumbo, al mando de Salvatore Mancuso. La población, fracturada, no tuvo otra opción que empezar a desplazarse.

    Colombia continúa en el primer puesto de países con mayor número de personas, y Ocaña es el principal municipio receptor en la región del Catatumbo. Su posición geográfica —al igual que la de Tibú— hace que sea indispensable atravesar la ciudad para llegar a lugares como El Carmen, Convención, Teorama, San Calixto, Hacarí, La Playa de Belén, El Tarra o Sardinata. Es la urbe más cercana que puede ofrecer servicios básicos como la educación o vivienda. (Ver especial: Las voces del Catatumbo).

    “Yo salí desplazado en el 2002”, recuerda Héctor Paz, cofundador del barrio Brisas del Polaco. Cuando Paz llegó a Ocaña acompañado de su esposa y dos hijos, en lo que ahora es su casa, solo había rastrojo, tejares y barro. El 18 de agosto de ese mismo año, decidió reunirse con Cristo Rodríguez, Alfredy Galvis y Álvaro Manrique para consolidar una organización que protegiera y velara por sus derechos como víctimas del conflicto. Para ello debían convencer, en pleno auge de la violencia paramilitar, a más personas que se sumaran. El 1 de noviembre de 2002 nació la Asociación de Desplazados de Ocaña, Asodepo, con 144 miembros.

    “Le dije al señor: no, aquí tenemos que organizarnos, así como nosotros teníamos las Juntas en nuestros pueblitos, tenemos que organizarnos aquí y crear algo. Entonces él dijo: ‘Es que no tenemos idea cómo es y nosotros no somos un barrio para crear una Junta’. Había otro compañero que dijo: ‘Pues vayámonos a averiguar en algún lado’. Y nos fuimos para Cámara y Comercio y hablamos con alguien allá y nos dijo que la situación de nosotros se parecía como a la de los indígenas. Aquí hay unos estatutos, sáquenle copia y miren a ver cómo hacen. Sí, nos pusimos a leerlos y uno se sentía como identificado con lo que ellos habían planteado ahí. Entonces dijimos: vamos a crear una asociación, pero ¿cómo hacemos? Aquí nos matan los paramilitares si nos ponemos a organizarnos”,

    (CNMH, entrevista, hombre líder comunal, Ocaña, 2016).

    se ubica en la periferia del municipio de en un terreno montañoso de la zona nororiental. “Era tranquilo porque estaba prácticamente solo. Había como seis viviendas solamente”, menciona Héctor Paz al recordar los primeros días entre el 2002 y el 2004. En una parcela de menos de dos hectáreas, gracias a la incidencia de Asodepo, se creó un convenio entre la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, y la Alcaldía Municipal, para lograr construir 90 habitaciones y beneficiar a más de 70 familias en su momento, entre ellas la de Paz. “Aquí nos tocó fue sorteado, por números. Entonces a cada familia que le tocaba el número le daban la llave para que fuera a abrir la pieza”.

    “Mi primer día en el barrio Brisas del Polaco fue en el año 2007. Fui a llevar unos documentos para una convocatoria para vivienda. Ese mismo año fui afiliada a la asociación (Asodepo) de la que hice parte de la directiva hasta 2019. Llegué caminando, porque todavía no había rutas de servicio urbano. Ya el barrio estaba conformado como tal”.

    (Myriam Sofía González Arias, Brisas de Paz, 2020).

    Hoy en el barrio conviven 266 familias. A sus tierras empinadas fueron llegando cada vez más personas: oriundos de Ocaña, víctimas del conflicto de la subregión del Catatumbo y migrantes venezolanos en los últimos años. Los servicios públicos fueron saneados con el tiempo y las vías de acceso pavimentadas hasta hace poco. A pesar de todo, hay quienes prefieren otros tiempos: “A veces quisiera volver al pasado”, comenta Alejandra Quintero, mientras recuerda la tranquilidad con menos gente.

    “No somos eso que se cree”

    El barrio inició con la llegada de un grupo de personas desplazadas por la violencia en el Catatumbo. Hoy, en el Brisas del Polaco conviven 266 familias.

    Toda vez que Sandra Gómez, una joven de 20 años que ha pasado su vida en Brisas del Polaco, sale de la universidad e intenta tomar un taxi hasta su casa, la respuesta es casi siempre la misma: “Por allá no subo”. Si por el contrario el conductor accede, deberá pagar una tarifa más alta. En su trayecto de ida la situación no es muy diferente:

    “No podemos acceder al transporte público. Nos toca ir dos barrios más lejanos” reclama. La comunidad que se encuentra visiblemente afectada por el déficit de garantías institucionales, carga consigo un cúmulo de prejuicios sociales por su condición de víctimas.

    De los estigmas con los que más se topa el barrio corresponde a la percepción de inseguridad en el sector. Sin embargo, un sondeo realizado por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, CEV, a sus habitantes concluyó que, para el 95% de ellos el riesgo es bajo. “Muchas de las personas creen que al venir acá van a sufrir de esos daños”, se refiere Daniela Coronel, otra de las jóvenes que vive en Brisas del Polaco, cuando le preguntan sobre la delincuencia común en su barrio.

    Ocaña es el principal municipio receptor de víctimas de la violencia en la región del Catatumbo.

    Unas cuantas cuadras más abajo del monumento ‘Testigo en Silencio’ se encuentra el barrio colindante Simón Bolívar. Sus habitantes comparten los mismos estigmas debido al narcomenudeo y consumo de sustancias psicoactivas, en la que comúnmente han llamado la “calle del Cartucho”. Las niñas y niños que arribaron a Brisas junto con sus familias a comienzos del 2000, ahora son las y los jóvenes que luchan por derribar un estigma que se ha enraizado en los ciudadanos de Ocaña. Pero para ello deberán abrirse e influir en sus vecinos. “La idea es que esto se replique a las demás comunidades”, comenta Sandra Gómez, joven líder del barrio.

    La más reciente Alerta Temprana de la Defensoría del Pueblo en el municipio de Ocaña, identifica al ELN como el principal grupo armado que . Aunque los habitantes afirman que su presencia alrededor del barrio es transitoria, el riesgo por reclutamiento forzado es latente. “Queremos demostrarle al país que no somos eso que se cree. Se puede ver más allá de lo que es la guerra”, finaliza Coronel.

    La tríada comunitaria

    Al poco tiempo de consolidarse Asodepo se levantó una casa comunal cerca a lo que es hoy el monumento. Allí, hoy día existe una biblioteca comunitaria y un salón que es usado por sus pobladores. Un grupo de jóvenes, empeñados en preservar la memoria histórica del barrio, decidieron crear la iniciativa Guardianes y Guardianas de la Memoria, donde se lideran iniciativas de memoria histórica en el barrio con metodologías creativas y de participación colectiva.

    La Junta de Acción Comunal, JAC, funge como una tercera organización que enlaza la institucionalidad con sus habitantes, aunque no todos se sientan representados por ella. Al fin y al cabo, los tres comparten un mismo objetivo: mejorar las condiciones del barrio y sus habitantes.

    La CEV en su mandato de promover la transformación de los territorios más afectados por el conflicto, lidera desde 2019 el Acuerdo para la Convivencia y el Buen Vivir. Una metodología que permite a través del diálogo y la palabra, en sus múltiples manifestaciones, colocar sobre la mesa las tensiones y conflictos con miras a encontrar entre todos soluciones y consensos para superar los daños que la guerra dejó.

    “El diálogo es la forma de transformar los conflictos. La violencia y la anulación de la vida no pueden seguir siendo una forma de solucionar nuestras diferencias. Y, ¿qué hace uno con la verdad si la verdad va a dividir? Se requiere del diálogo para poder comprender esa verdad y seguir construyéndola”,

    Lorena Corvera, Coordinadora territorial para el Norte de Santander de la CEV.

    Entre los vecinos del barrio se presentan conflictos que nacen de la cotidianidad —como cualquier vecindad—, pero que generan rupturas en comunidades que tienen tejidos sociales rotos por las mismas dinámicas de guerra. “El conflicto armado rompió nuestras formas de relacionamiento y nuestras confianzas”, cuenta Lorena Corvera, coordinadora territorial para el Norte de Santander. Por ejemplo, cuando algunos habitantes utilizan equipos de sonido a un volumen muy alto y perturban a otras familias o cuando se requiere compartir el espacio del salón comunal.

    Otro factor sustancial se debe a que entre las organizaciones no existe una clara articulación para ejecutar proyectos, como el de la cancha deportiva. “Existen diferencias y tensiones históricas entre la JAC y Asodepo”, dice Corvera, quien ya está implementando los acuerdos para generar un diálogo constructivo. La JAC anteriormente era liderada por alguien de Asodepo, pero desde hace un tiempo dejó de ser así. Además, la asociación de víctimas cuenta con más de 400 familias afiliadas, pero no todas viven en Brisas del Polaco. Esto último ha propiciado a que aparezcan conflictos entre las organizaciones, donde los más afectados han sido sus habitantes. “Falta mucha cosa todavía aquí”, dice Héctor Paz.

    Por la historia misma de la conformación del Brisas del Polaco, el barrio ha contado con el apoyo de instituciones nacionales, locales y organizaciones internacionales. Esto ha permitido formar tanto a adultos como a jóvenes en procesos organizativos y llevar iniciativas para la construcción de paz. Desde el 2018, la gobernación del Norte de Santander, con el apoyo de los municipios de Ocaña y Teorama, y el Programa de Apoyo a la Construcción de Paz en Colombia de GIZ, lideran el Plan de Desarrollo del departamento y de su Plan Integral de Seguridad y Convivencia Ciudadana (PISCC), en el que desarrollaron el piloto de ‘Prevenir Primero’.

    El programa, a través del deporte y el teatro, logra afianzar relaciones entre las comunidades y las instituciones. Además, ayuda a identificar los factores de riesgo en el barrio y prevenirlos. Para ello, se formaron varios de los habitantes de Brisas del Polaco, quienes hoy lideran la iniciativa de Guardianes y Guardianas de la Memoria.

    Esta última organización, por su lado, continúa generando espacios que propician la construcción colectiva de la memoria histórica, al tiempo en que generan lazos comunitarios entre los habitantes. Los jóvenes se han encargado de construir puentes de diálogo entre las dos organizaciones, pues saben que la prevención de la violencia y la construcción de paz previene la estigmatización que recae en ellos.

    “Al Acuerdo llegamos todos”

    Es innegable la lucha de las organizaciones sociales para construir un mejor territorio, un mejor barrio, una mejor vida comunitaria, familiar y personal. Cada una desde sus propias luchas quiere hacer lo mejor para todos. El proceso de trabajo de la comunidad no ha sido fácil, ha estado lleno de obstáculos por la estigmatización de ser víctimas del conflicto armado y vivir en un barrio donde las necesidades básicas han llegado a cuentagotas.

    Las tres organizaciones y demás habitantes de Brisas del Polaco, representado en madres comunitarias, familias indígenas, población migrante y los jóvenes del barrio, han participado en las cinco fases para la construcción del Acuerdo. En noviembre de 2019 comenzó el alistamiento, una etapa que posibilita el diálogo para identificar y aproximarse a los conflictos en el territorio.

    En esta fase, los actores involucrados y La Comisión de la Verdad identificaron tensiones y divisiones entre las mismas organizaciones sociales y estas con entidades estatales. Se traducen en conflictos comunitarios relacionados con el uso de espacios deportivos y comunitarios y problemas en desarrollar iniciativas para mejorar el barrio. Además de la preocupación por los jóvenes, que no tienen posibilidades de estudio ni de trabajo caigan en el tráfico y consumo de sustancias psicoactivas.

    Tiempo después, en medio de los picos de la pandemia por el Covid-19 y el Paro Nacional se pudo continuar con la segunda fase. Esta etapa tiene como objetivo analizar la viabilidad de la construcción del Acuerdo y su implementación entre todos los actores que habitan Brisas del Polaco. Durante el 2020 se llevaron a cabo diez encuentros de diálogo para que entre organizaciones aliadas, como GIZ, los Guardianes y Guardianas de la Memorias, la Junta de Acción Comunal, Asodepo y demás habitantes del barrio, un total de 149 personas, reconocieran la voluntad de continuar con el proceso y diseñar un plan de trabajo para las fases siguientes.

    En medio de los conflictos, las organizaciones han encontrado en el teatro y en ejercicios de confianza la forma de comunicarse, de escuchar y comprender al otro. Además de lograr convocar a otras personas que no sentían que el barrio y los procesos comunitarios les pertenecían. Como resultados de esta etapa, los jóvenes les mostraron a los adultos su capacidad para liderar procesos y tramitar de manera pacífica los conflictos. Y los adultos reconocieron la necesidad de mejorar sus capacidades de diálogo con los otros y con las instituciones.

    Fue así que, después del trabajo de manifestar el compromiso en el Acuerdo y evaluar las dificultades y obstáculos, la comunidad de Brisas del Polaco decidió continuar con el proceso. Recomendando que es necesario aunar esfuerzos para optimizar recursos, experiencias y saberes de procesos anteriores

    “La Comisión no puede construir la convivencia sola porque está sembrando en un desierto. Si el diálogo no está enraizado con las comunidades y en las comunidades quizá estamos haciendo un daño y haciéndolo de la misma manera que lo hemos hecho y ya sabemos que no funciona”,

    Lorena Corvera, Coordinadora territorial para el Norte de Santander de la CEV.

    Las últimas tres fases dedicadas a la construcción de confianza, la concertación y el seguimiento y monitoreo de los compromisos adquiridos por la comunidad, están en implementación al cierre de este especial. Sin embargo, ya se puede visibilizar la forma en que se tramitan los conflictos y ver la convivencia más allá de temas de seguridad.

    La comunidad en su conjunto ha logrado dar los primeros pasos para llegar a concertaciones en los conflictos cotidianos, por ejemplo, organizar el uso de los espacios comunes con horarios definidos por cada organización y así evitar discusiones, peleas y acciones que lleven a problemas mucho más grandes.

    Todos los esfuerzos que está haciendo la comunidad de Brisas del Polaco para tramitar de manera pacífica sus conflictos y las huellas de la guerra, son con los objetivos de convertir al barrio en un referente de construcción de paz en Catatumbo y en barrios que presentan problemas similares. Y así, a través del arte, la construcción de memoria y las múltiples iniciativas de las organizaciones, que “Brisas del Polaco sea un sitio turístico, que vean algo distinto y que no pienses que Catatumbo es solo coca y delincuencia”.

    Una iniciativa de Guardianes de la Memoria junto con la Comisión de la Verdad.