CAROLINA VARGAS

La lucha por la equidad después de la guerra

Flecha hacia abajo

El jugo de corozo, el pescado en salsa de coco, un vallenato de antaño, las calificaciones altas, su perro Zeus, los derechos de las mujeres y trabajar por la paz. Estas son algunas de las cosas que hacen feliz a Carolina Vargas, como ella dice: “una mujer firmante del proceso de paz”.

Carolina vive en el Antiguo Espacio de Reincorporación y Capacitación, AETCR, Simón Trinidad, en la vereda de Tierra Grata, ubicada en la serranía del Perijá y a solo 20 minutos en carro desde el municipio de Manaure Balcón del Cesar. Generalmente su rutina empieza a las 4 de la mañana, se prepara un tinto, le da de comer a su perro Zeus, su fiel compañero desde los tiempos en la guerrilla, se pone las botas de caucho y sale a alimentar a las más de 2.000 gallinas que ganó de la convocatoria del Fondo Emprender del SENA en el año 2019. Luego entra a saludar a una pareja que trabaja en el galpón y a su pequeña hija Mariluna. La toma en sus brazos, le da un beso en la frente y le susurra al oído sus enormes ganas de ser madre. En la guerrilla no había tiempo, ni tampoco se lo permitían.

A las 7:30 de la mañana, ya con traje elegante y tacones altos, sube a la camioneta blindada que le otorgó la Unidad Nacional de Protección (UNP) por constantes amenazas de grupos herederos del paramilitarismo. Carolina saluda a sus dos escoltas, uno de ellos excompañero de combate en la guerrilla. Les pide que le ayuden a subir la llanta de la bicicleta de Yorman, de 10 años, hijo de los trabajadores del galpón para mandarla a reparar. Aproximadamente a las 8 de la mañana llega a la Alcaldía de Manaure, donde coordina la Oficina de Mujer, Género, Diversidad y Procesos de Paz. Allí lidera proyectos encaminados a la inclusión de las poblaciones LGBTI+, mujeres y excombatientes de las antiguas FARC-EP.

Carolina en Tierra Grata, Antiguo Espacio Territorial de Reincorporación ‘Simón Trinidad’ en Manaure Balcón del Cesar
Foto: Samara Díaz

Después de la jornada en la Alcaldía, vuelve a Tierra Grata para trabajar con su comunidad y apoyar varios procesos de la vereda, como la construcción de sus propias casas y la comercialización de los productos que allí se generan. Sus compañeros y vecinos resaltan que Carolina es una mujer dispuesta a ayudar a todo aquel que lo necesite. Aunque es una cualidad positiva, para su madre, Estela Cabrera, “Carolina debe empezar a pensar más en su propio bienestar, muchas veces carga tanto los problemas de los demás que termina por descuidar su salud y su tranquilidad”.

Su liderazgo político dentro de la vereda la ha llevado a desarrollar diversos proyectos con excombatientes y comunidades de municipios aledaños. Uno de los más significativos ha sido la Mesa de Género, apoyada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Embajada de Suecia. Allí trabaja con 27 mujeres y 4 hombres generando espacios de reflexión sobre conceptos de equidad de género, feminismo y nuevas masculinidades. Su principal objetivo es que apliquen en su cotidianidad estos conceptos, desde un trabajo igualitario en el hogar, y que las mujeres puedan buscar sus propios ingresos.

“Estamos empoderando a mujeres, acá hay mujeres que ya me siento tranquila y el día de mañana digo ¡hice un buen trabajo! Si me voy de la Mesa de Género y llega otra camarada, me sentiré a gusto, porque el trabajo que estamos haciendo ha dejado huellas”, dice Carolina.

Con el propósito de afianzar el concepto de nuevas masculinidades, la Mesa de Género también enfoca su trabajo en los hombres, pues pretende dejar de lado las devastadoras consecuencias del machismo cultural e invita a promulgar un trato igualitario entre géneros. Antonio Calderón trabaja de la mano con Carolina y también lidera este proyecto. Él afirma que gracias a ella y a las capacitaciones que recibió con la Universidad Nacional en Bogotá, su pensamiento y su forma de actuar se transformó.

“Cuando yo recibí las capacitaciones y vi un video de un hombre que era muy parecido a mí, me sentí como una porquería por la forma en que me comportaba. Ahí empecé a cambiar. Carolina me invitó a trabajar con ella y yo creo que hemos hecho un excelente trabajo en Tierra Grata, pero definitivamente la líder es ella, porque se mete al pueblo, coge las mochilas al hombro y las lleva ella misma”, afirmó Calderón.

Antonio dice que aunque Carolina es más joven que él, su conocimiento, inteligencia y trabajo le hacen verla como su mentora, casi como una madre: “yo creo que si el día tiene 24 horas, ella trabaja 25. Porque la verdad es muy trabajadora y el respeto se lo ha ganado de todo el mundo”. Rosalba Santodomingo, actual secretaria de Gobierno de Manaure y su compañera de oficina en la Alcaldía, coincide con Antonio: “Uno de los grandes desafíos de Carolina indiscutiblemente es el tiempo, Carolina quisiera que el día tuviera más horas”.

El norte de Carolina: alcanzar la igualdad de género

Carolina ha enmarcado su liderazgo en la igualdad de género y en el empoderamiento de la mujer. Desde el primer día que llegó al ETCR, ha trabajado para que las mujeres de su región puedan acceder a oportunidades laborales, tengan su propia soberanía alimentaria y no dependan económicamente de otras personas para tener una vida digna.

Carolina recuerda que su interés por el empoderamiento de la mujer empezó en el año 2016, cuando se veía cerca el Acuerdo de Paz, y escuchó que existía una Comisión de Género liderada por mujeres excombatientes, que hablaban de temas relacionados con la equidad de género y el feminismo. Aunque no conocían sus teorías, Carolina y otras de sus compañeras afirmaron que muchas de las prácticas igualitarias entre hombres y mujeres ya las tenían en la guerrilla. “Teníamos un reglamento que no permitía riñas entre hombres y mujeres, y los derechos y deberes eran iguales para todos. Aunque sí existía el machismo, las prácticas de equidad de género muchas veces eran obligatorias”.

A pesar de que en la guerrilla las labores se debían realizar por igual, en el proceso de transición a la vida civil, las costumbres se fueron transformando y ya no tenían la obligación o la norma de ser equitativos en los quehaceres, especialmente los del hogar. En la nueva cotidianidad, una buena parte de las mujeres excombatientes decidieron ser madres, y Carolina empezó a darse cuenta de que las antiguas tradiciones machistas se volvieron a implantar en su comunidad y que, de cierta forma, las mujeres no lograban tener su propia estabilidad económica y dependían mucho de sus parejas o de terceros. Para ella, se volvió una necesidad prioritaria fortalecer las prácticas de equidad de género y buscar que tanto hombres como mujeres tengan los mismos derechos y deberes.

En la Mesa de Género en Tierra Grata, Carolina ha procurado que los resultados no solo se vean reflejados en grandes iniciativas, por el contrario, para ella es un buen indicador que en el día a día los integrantes de la Mesa eliminen aquellas costumbres que no contribuyen a la armonía de su comunidad.

Según explica Kelly Rada, facilitadora en prevención de violencias basadas en género de la OIM, “la Mesa de Género en Tierra Grata, hasta el momento (diciembre 2020), va en una etapa de sensibilización en relación a las prevenciones basadas en género con las mujeres excombatientes y con las personas que pertenecen a las comunidades aledañas. La acogida de la Mesa ha sido muy buena, hay reuniones que pueden durar hasta la noche y todavía hay mujeres con nosotros. Anteriormente era difícil porque en la noche tienen múltiples actividades, a parte de que estudian, atienden el hogar, los niños, el marido, etc.”.

Carolina ha demostrado trabajar con fortaleza para sacar este proyecto adelante. “Me siento muy orgullosa del trabajo que estamos haciendo y para mí eso es muy gratificante, porque una nunca tiene que perpetuarse en los puestos, siempre hay que ir avanzando e ir dejando para que los otros se vayan formando. Yo quisiera más adelante conseguir una financiación y hacer reconocimiento de una beca a las camaradas, por permanecer, por estar participando, como algo motivante, como una mención de honor”.

Una de las iniciativas planteadas por Carolina es el Vivero de Tierra Grata. Actualmente cultivan plátano, cacao, yuca, mango, entre otros. Pese a que hasta ahora está empezando, esta iniciativa busca que las mujeres puedan tener una fuente de ingreso sólida. “Este proyecto colectivo tiene que beneficiar, por lo menos, a 25 mujeres del espacio para que puedan autosostenerse y que de verdad logre ser un proyecto que las beneficie”, afirmó Kelly Rada.

El vivero busca empoderar económicamente a las mujeres de Tierra Grata
Foto: Samara Díaz

Además de la Mesa de Género, esta lideresa decidió lanzarse como candidata al Concejo del municipio de Manaure en el 2019 por el partido Farc, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Carolina fue una de las cuatro mujeres que hicieron parte de la lista cerrada de ocho candidatos por este partido político. El proceso como candidata, según cuenta, fue desafiante, debido a que recibieron amenazas y que aún existe demasiada estigmatización por parte de algunos sectores de la sociedad por su condición de excombatientes. Además, ella percibió que en esa campaña existió mucha compra de votos y favores políticos. “Hay concejales que gastaron entre 50 a 80 millones de pesos en campaña política. Nosotros no invertimos casi nada, porque no teníamos los recursos. Los poquitos votos que obtuvimos fueron de corazón”, afirmó Carolina.

Una de las grandes decepciones para ella en el proceso como candidata fue que ninguna mujer quedó como concejala, lo que pone en evidencia la brecha de participación equitativa entre hombres y mujeres en la política, situación que busca ser erradicada por la Ley de Paridad.

Sin embargo, gracias a su visibilización y buen desempeño en este proceso, Carolina logró que el alcalde de Manaure la nombrara coordinadora de la Oficina de Mujer, Género, Diversidad y Procesos de Paz. Según cuentan sus compañeros de trabajo, su labor ha sido intachable y ha logrado demostrar sus ganas de dar mayor visibilidad al trabajo colectivo de la comunidad firmante del proceso de paz, las mujeres y población LGBTI+ en el municipio.

“Los lugares de las mujeres es uno de los temas que Carolina más toca, que estemos representadas todo el tiempo y que esta representación no sea por parte de los hombres, sino que las mujeres tengamos quien garantice nuestros derechos, que nosotras mismas establezcamos reglas y normas. En las intervenciones que la he podido acompañar, su discurso ha estado encaminado a la igualdad”, aseguró Rosalba Santodomingo, secretaria de Gobierno de la Alcaldía de Manaure.

Carolina habla con otras comisionadas sobre la mujer rural en Colombia

En el 2019, Carolina ganó una convocatoria del Fondo Emprender del SENA, de la cual recibió más de 2.000 gallinas ponedoras de huevos, la infraestructura del galpón y capacitaciones para el mantenimiento de los galpones y comercialización de los huevos. “Nosotros pensamos que esto no era para nosotros, pensamos que solo íbamos a recibir las capacitaciones y un día nos llamaron a tres camaradas y nos dijeron que habíamos ganado la convocatoria”, recordó Carolina.

Al principio no estaba muy motivada, pero progresivamente le fue cogiendo cariño al proyecto y después de casi un año, sus gallinas comenzaron a poner huevos, la primera producción la recibió en noviembre de 2020 y hasta diciembre recibieron interventoría por parte del SENA. Los huevos los comercializa en tiendas del municipio de Manaure y en la misma vereda. Por ahora, está planeando poner una incubadora para vender pollos y gallinas. El galpón está a nombre suyo, tiene dos empleados fijos para el mantenimiento y espera que este sea un proyecto colectivo que en el futuro beneficie a toda la comunidad.

“Lo importante es comenzar y aprender de las experiencias, porque sí es muy difícil, he tenido muchos tropiezos, esto es un conocimiento que hasta ahora estoy adquiriendo: Carolina”
Foto: Samara Díaz

En junio de 2020, Carolina se postuló para ser comisionada de la red Nosotras Ahora, una red de incidencia política de las mujeres en Colombia, apoyada y promovida por Fescol, Extituto, Mapp – OEA, Fundación Corona, NIMD Colombia, Fundación Avina y la organización Artemisas. Después de un proceso de selección, al que se presentaron más de 30 mujeres, 15 mujeres de diferentes zonas del país, incluyendo a Carolina, fueron elegidas para ser comisionadas de la red. Esta reúne aquellas lideresas que tienen una agenda política sostenible en su territorio y trabajan en pro de la implementación de políticas públicas y proyectos productivos con enfoque de género y acceso a cargos que tengan incidencia política y social en el país.

Carolina fue elegida porque su proceso como excombatiente y firmante del Acuerdo de Paz ha demostrado compromiso con los procesos de construcción de paz con un enfoque de igualdad de género en su comunidad. Dentro de Nosotras Ahora, Carolina ha puesto sus banderas en la paz territorial y la implementación de agendas políticas para las mujeres rurales.

Volver a la vida civil

El 12 de noviembre de 2016 empezaron a llegar a Tierra Grata, Cesar, Carolina Vargas y sus compañeros de la antigua guerrilla. Todos con la expectativa de la nueva vida que les esperaba y, al mismo tiempo, la incertidumbre por el éxito de este nuevo proceso de paz.

Con apenas pocos meses de vida, le arrebataron el derecho a vivir una infancia tranquila en una vereda tolimense, pues su familia tuvo que huir por constantes amenazas de grupos paramilitares. Recorrieron el país tratando de buscar una nueva vida. Deambularon de aquí para allá. Primero se fueron para Bucaramanga, Santander; luego para la finca de su abuela en Rionegro, a 40 minutos en carro desde Bucaramanga, y después a Soacha, Cundinamarca. A los 13 años, sus padres se separaron y, como hija mayor, empezó a trabajar para aportar económicamente en el hogar. Le ayudaba a lavar baños a su mamá, luego empezó a trabajar en una pequeña tienda vendiendo tarjetas y celulares de la antigua marca Comcel y cuando estaba estudiando en el colegio, hizo prácticas de comercio en el Icetex, donde recuerda haber conocido al director de ese momento: “Se llamaba José María Leyton y él mismo nos prometió que si seguíamos juiciosos nos podía ayudar a entrar a la universidad”.

Ya en el 95, Carolina logró graduarse de bachiller. Su mamá y su tía pidieron dinero prestado para pagar los pasajes y acompañarla en la ceremonia, que se celebró en el Teatro Astor Plaza, en Bogotá. La situación económica era tan complicada en ese momento, que su mamá pidió fiado en la tienda del barrio un mercado para prepararle la cena de graduación. Carolina prefirió trabajar y dejó de lado la idea de estudiar lo que siempre había querido: Biología Marina, pues decía que era una carrera para ricos.

Había crecido escuchando a su familia hablar sobre la lucha comunista y los derechos del proletariado, “del pueblo empobrecido”, incluso, uno de sus tíos se había ido para la entonces guerrilla de las FARC-EP. En el año 2000, ya estaba decidida a seguirle sus pasos. Con 19 años de edad ingresó a la unidad Miller Chacón del Bloque Caribe: “A mí nadie me ingresó obligada ni nada, yo quería porque me decían que en la guerrilla uno aprendía muchas cosas y posiblemente, si se portaba bien, podría incluso hasta tener una carrera profesional”.

Su tío era comandante en la guerrilla y fue quien le enseñó a sobrevivir en la selva y todo lo relacionado a la vida en la milicia. “Todo lo que yo sé, mis principios, mi formación, todo, se lo debo a mi tío. Mi tío fue para mí mi mentor, mi maestro, fue mi padre. Me enseñó a cortar, a amarrar una hamaca, a guindar el toldo, a doblar mi ropa. Mi tío estaba muy pendiente de mí. Aunque los otros me enseñaban, yo le aprendí más a él, ¿si me entiendes? Con su dedicación y su manera de explicar, pausada y clara. Era un hombre de muy pocas palabras, pero era un hombre muy muy amoroso”, recordó.

Cuando ingresó, tuvo que cambiarse el nombre, pues en la guerrilla usaban uno de guerra: “Me llamaba Adriana en la guerrilla, me gustaba ese nombre. Mi tío me dijo: bueno, aquí hay que ponernos un seudónimo. Aquí no se puede llamar Carolina. Uno tiene que proteger su nombre. Usted no le diga a nadie cómo se llama, usted no le diga a nadie sus apellidos, usted no le diga a nadie de dónde viene”.

Estando en el Frente 35, Carolina recuerda haber leído en la biblioteca de Chalán, Sucre, un libro sobre las grandes heroínas de la historia. En él encontró la historia de Teresa Cabarrús, una dama española que había ayudado a derrocar al régimen feudal de ese entonces. “Dije me gusta ‘Cabarrús’ y ahí pa' lante quedó mi nombre Adriana Cabarrús. La gente se burlaba de mi nombre, me ‘mamaban gallo’, pero a mí no me importaba, me sentía identificada con mi nuevo apellido”.

Génesis Suárez, excompañera en la guerrilla, dice que desde que conoce a Carolina siempre la ha visto como una lideresa: “ella allá se desempeñaba en muchas labores, era ecónoma, una vez fue intendente, ella siempre ha tenido muchas habilidades, en algún momento alcanzó a ser mando medio”.

De Cabarrus a Vargas

Carolina cuenta su proceso de formación como lideresa desde que estaba en la guerrilla, sus mayores inspiradores y la consolidación de su liderazgo en la época de las Farc, como grupo armado, y posteriormente en su camino a la reinserción a la vida civil.

En noviembre de 2020, Carolina recibió una amenaza de muerte por grupos herederos del paramilitarismo. Desde entonces, no duerme tranquila. A veces sueña que la persiguen en lugares oscuros y que el peligro podría aparecer en cualquier momento. De acuerdo a datos del Observatorio de Crimen Organizado de la Universidad del Rosario, hasta el 29 de abril de 2021, iban 272 excombatientes de las FARC-EP asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz.

“Es triste que hace poco recibí unas amenazas por parte de paramilitares, pero a mí eso no me va a detener, yo sigo trabajando, si me toca irme para una vereda, comunico a las autoridades y yo sigo trabajando. Si creen que eso me va a callar, que me voy a dar por vencida, al contrario, me dieron más fuerza porque a nosotros no nos pueden callar, ¡no nos pueden callar!”

Carolina sueña con ver a todas las mujeres de su comunidad teniendo proyectos productivos propios y cumpliendo sus metas a largo plazo. “Yo quisiera dejar una gran huella. Para mí es un triunfo la Oficina o la Secretaría de la Mujer en Manaure. El hecho de que haya políticas públicas que nos beneficien no significa un logro solo para mí, sino para todas las mujeres de mi comunidad”.

Alegre, trabajadora, enérgica, bondadosa, humanitaria, curiosa y estudiosa, así la describen sus compañeros en Manaure y en Tierra Grata. Su amor por el estudio nunca se detuvo, incluso en la guerrilla usaba su tiempo libre para “devorarse” todos los libros que quería. Y aunque no optó por estudiar Biología Marina, como soñó desde pequeña, actualmente se encuentra cursando sexto semestre de Administración Pública en la Escuela Superior de Administración Pública, ESAP: “Después de que termine mi carrera, quiero hacer una especialización en Gestión de Proyectos y una maestría en Ciencias Políticas. Me pinto trabajando en un ministerio o trabajando en el Congreso, porque sé que desde allí se puede también ayudar a las comunidades”.

La rutina de Carolina finaliza ya de noche, cuando deja los tacones altos y las botas de caucho en su armario. Se sienta en la banquita de tabla en la entrada de su casa, mientras sus compañeras de lucha, como ella les llama, la invitan a tomarse una cerveza, y con el peso del cansancio del trabajo hecho durante el día, Carolina no se niega. Sonriente, saca tiempo que no tiene y les habla sobre la importancia de seguir creyendo en la construcción de paz: “necesitamos enseñarles a la gente que realmente el proceso de paz es algo asertivo, positivo, que beneficia a todas las comunidades, y que aquí hay un eje transversal que es el enfoque de género. Que le apuntemos a la paz. Que nos unamos. Que ya no vivamos más en guerra”.

Créditos

  • Música video:
    Stairway - Patrick Patrikios